El diario El Día informa que los soldados mostraron a los periodistas una caja con botellas vacías de refresco con estopa en el pico, que se supone eran bombas molotov. Los periodistas no vieron ningún tipo de armas durante su permanencia en el recinto universitario.
Reporteros y fotógrafos que se encontraban en el lugar recibieron a media noche la orden de salir. Al retirarse, la UNAM se hallaba rodeada de soldados y en los alrededores numerosos padres de familia y parientes de estudiantes y maestros rondaban inquiriendo por el paradero de éstos.
Profesor de sociología en la FCPyS de la UNAM (personaje ficticio)
Artemisa, esposa del doctor Eli de Gortari, relata cómo varios individuos lo secuestraron esta noche en su domicilio:
Llegamos al departamento donde vivimos. La puerta estaba abierta (…) Entró primero Ana, nuestra hija de dos años, luego yo y después Eli. Subió Ana un par de escalones y ahí estaba un tipo sentado en la escalera y al acercarnos le dijo a Eli:
–Buenas noches, maestro.
Eli respondió:
–Buenas noches
Lo único que hizo fue tomar a Eli del brazo y decirle:
–Maestro, me lo llevo
Yo le pregunté:
–¿Por qué? ¿A dónde?
No respondió. Se limitó a torcerle el brazo a Eli y empujarlo hacia la puerta . En tres minutos lo jaló hasta la puerta del edificio y allí, como si bajara de un árbol o no sé de dónde, salió otro tipo y entre los dos lo pescaron del cinturón por atrás y lo mantuvieron cargado sin que pudiera tocar el piso. Como no tenían identificación ni decían a dónde iban ni nada, comencé a gritar pidiendo auxilio. Yo llevaba una sombrilla en la mano y en medio de mi desesperación me lancé contra uno de los tipos y se la estrellé en la cabeza. Entonces soltó a Eli, me cogió y me aventó contra la pared del edificio. Cuando me vio en el suelo, la niña fue hacia su papá y el otro tipo la azotó contra el pavimento (…) En ese momento grité como loca y se acercó un coche Galaxie. Pensé que era alguien que venía a ayudarnos, pero otros hombres se bajaron. Dejaron las puertas abiertas y con gran rapidez, Dios mío, lo empujaron hacia el coche y lo aventaron dentro. Lo último que alcanzó a decir fue: “Avisa a mis amigos”.
Tantas veces se había dicho que venía el Ejército sobre Ciudad Universitaria que cuando iba en camino muchos no lo quisieron creer al ser alertados. Sin embargo, la operación fue un fracaso a la luz de uno de sus principales propósitos: la detención de los integrantes del Consejo Nacional de Huelga. El CNH estaba por reunirse en la Facultad de Medicina y ninguno de sus miembros fue detenido por los militares.
Estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM (personaje ficticio)
El músico Armando Zayas, director de discotecas en Radio UNAM, cuenta tenía que hacer una llamadas y notó que los teléfonos estaban muertos. De momento no le dio mayor importancia. Pasaron 15 o 20 minutos cuando él y sus compañeros escucharon un ruido más profundo que fue creciendo.
Narra: “En el momento en que nos levantamos vimos entrar camiones y jeeps a una velocidad exagerada. Fue tan sorpresivo que no dábamos cuenta que estaba entrando el Ejército. Nos reunimos en la explanada de Radio Universidad. Llegó una sección completa, unos días pelotones. Todos traían rifles con bayonetas caladas. Recorrieron las instalaciones. Buscaban armas y estudiantes.
“Llegó un oficial que llevaba insignias de general y con una actitud como si estuviera en la Batalla de Normandía. Nos dijeron arriba las manos, nos pusieron contra la pared a todos y empezó realmente la actitud agresiva y militar. Cuando íbamos pasando el camellón hacia Arquitectura, nos dimos cuenta que igual que nosotros iban verdaderas hileras de gente con las manos en la nuca y soldados por donde quiera.”
Escribía un texto para un documental del movimiento filmado por Oscar Menéndez. Estaba en la Facultad de Ciencias y entraron a la sala Carlos Fernández del Real y Pily, su esposa, que me llevaban latas de duraznos (…) De pronto tras los hombros de Carlos se asomó Gilberto Guevara Niebla diciendo “Ingeniero, el Ejército”. El paso de las tanquetas producían un ruido ensordecedor. Me puse de pie y oí todavía decir a Gilberto: “Saquen al ingeniero. Si lo agarran lo hacen pedazos”.
Olvidé mis heridas. El miedo da fuerzas. Corrí como muchacho tras los muchachos (…) Al llegar a un paso a desnivel una tanqueta nos echó la luz. “¡Alto!”, dijo una voz desde la torre de mando. Decidí: “si me paro me matan, si corro quizá no”. Corrí (…) Me arrojé al pedregal por donde construían Medicina Veterinaria (…) Se escuchaban las “estaciones” de la radio de CU que habían sido instaladas por los jóvenes en lucha. Reseñaban la entrada del Ejército que miraban desde lo alto. Decía una voz juvenil: “van entrando a rectoría, van por Ciencias, por Ingeniería, llegan a Medicina, suben por nosotros. ¡Viva México!. Cuidado, suban por…” Calló la estación y escuché a lo lejos el Himno Nacional. Luego un ruido como de ametralladora. Después nada. Lloré imaginando muertos y traté de escapar, de salir de CU.
Las autoridades universitarias carecen de los medios materiales necesarios para restablecer el orden dentro de sus respectivos planteles y poder ejercer el derecho de regirlos sin interferencias ajenas y con plena autonomía; por lo tanto, hubo necesidad de hacer uso de la fuerza pública para desalojar los edificios universitarios.
Los detenidos, cerca de 300, se les obliga a colocar las manos detrás de la cabeza, tendidos en el suelo. Los solados aguardan con el fusil con la bayoneta calada. Algunos soldados van arriando la bandera nacional, todavía a media asta. En ese instante, los 300 capturados se levantan y cantan el himno nacional. Ya arriada la bandera, los soldados conminan: “¡Al suelo, al suelo!”. Todavía allí siguen cantando el himno.
Al pie del asta bandera, a un lado de la Rectoría, después de ser cacheados uno por uno, nos obligaron a tendernos en el piso, aún mojado y bajo un viento húmedo y frío que acentuaba los efectos de la tensión nerviosa que cada uno de nosotros sufría. Separaron a los hombres de las mujeres por una valla de soldados. A quienes deseaban ir al baño, sólo se les permitió hacerlo al aire libre, a un costado del grupo tendido en el suelo y bajo vigilancia de las armas de fuego.
Fragmentos del comunicado expedido por la Secretaría de Gobernación sobre la decisión de ocupar Ciudad Universitaria:
“La secretaría de Gobernación informa al pueblo sobre los motivos que han determinado la presencia de la fuerza pública en algunos planteles de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Es del dominio general que varios locales escolares —que son edificios públicos, por ser propiedad de la nación y estar destinados a un servicio público— habían sido ocupados y usados ilegalmente, desde fines de julio último, por distintas personas, estudiantes o no, para actividades ajenas a los fines académicos.
“Estas mismas personas han ejercido el derecho de plantear demandas públicas; pero también, casi desde el anonimato, han planeado y ejecutado actos francamente antisociales y posiblemente delictuosos”.
De acuerdo con el diario El Día, al llegar los reporteros a Ciudad Universitaria, a las 22:30, el Ejército ocupaba ya la explanada, el paseo de las facultades y la totalidad de las escuelas que se localizan en ese lugar.
Los soldados comenzaron a desalojar de los edificios a estudiantes, padres de familia –que en ese momento celebraban una asamblea en la Escuela de Economía–, maestros, funcionarios y empleados de la UNAM. La operación se llevó a cabo sin que hubiera actos de violencia y sin que ninguna de las personas que se encontraban en el interior de CU presentara resistencia.
El Ejército invade Ciudad Universitaria, con carros de asalto blindados, camiones colmados de soldados. Se desaloja de los edificios a estudiantes, padres de familia (convocados a una reunión), empleados. No hay resistencia. Deja de transmitir Radio Universidad. Lo último que se escucha es el disco de Voz Viva de México con León Felipe leyendo sus poemas.
Los padres de familia se negaron, en su mayoría, a abandonar la Ciudad Universitaria; no estaban cometiendo delito alguno, dijeron. Su presencia en ese lugar serviría de defensa a sus hijos y a las instituciones universitarias. Alguien propuso que se reunieran todos en la explanada, al pie de la torre de la rectoría y frente al asta bandera , en la que el símbolo patrio permanecía a media asta desde el anterior ataque a la Universidad.
En la explanada de la Rectoría fueron detenidos cerca de 100 compañeros que llevaban una bandera nacional. Cuando se vieron cercados por la tropa levantaron las manos, haciendo la V, y empezaron a cantar el Himno Nacional. Algunas autoridades universitarias también fueron aprehendidas. Se puede citar principalmente a la directora de la Escuela Nacional de Economía, Ifigenia de Navarrete; al director de Publicaciones, Rafael Moreno; y al director del Departamento de Servicios Sociales, Julio González Tejada. Con ellos fueron encarcelados los sinodales de un examen profesional, el examinado y sus familiares. Gran cantidad de padres de familia que celebraban una reunión en otro auditorio de Medicina, mozos, secretarias, maestros, empleados y, por supuesto, alumnos.
De acuerdo con el periódico Excélsior, los generales Gonzalo Castillo Urrutia y José Hernández Toledo dirigieron la operación en CU al mando de 10 mil soldados, aproximadamente, que utilizaron equipo mecanizado. Fueron movilizados tanques ligeros, carros de asalto, transportes militares y jeeps.
El Universal reporta que a las 22 horas tropas del Ejército ocuparon Ciudad Universitaria, donde se encuentra la mayoría de las escuelas, institutos y facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Treinta minutos antes de la hora indicada, unos 3 mil 500 soldados debidamente pertrechados, pertenecientes a batallones de asalto, de infantería y de artillería ligera, rodearon el área en donde se localizan las instalaciones de CU y el Estadio Olímpico (…) Posteriormente se dio la orden de avanzar y tomar cada una de las instalaciones, orden que de inmediato fue cumplida, avanzando los pelotones a paso veloz (…)
Durante la asamblea en la Facultad de Medicina, un representante del Comité Coordinador de Huelga, advirtió a los miembros del CNH: “señores, el Ejército sí va a invadir Ciudad Universitaria. Los teléfonos han sido cortados desde hace tiempo y los tanques están en camino hacia acá. Ya han pasado todos los sitios donde se detuvieron anteriormente. Es indispensable que se pongan a salvo, pues ustedes (los del CNH) representan a las bases de sus escuelas”.
El gobierno había propuesto una modalidad de diálogo público: darle a las pláticas privadas publicidad en los periódicos. Cuando estábamos redactando la respuesta afirmativa para someterla al Consejo Nacional de Huelga, me avisaron por teléfono que el Ejército se dirigía a CU.
Ocurrió la desbandada. Con varios amigos evitamos a los soldados, que por poco nos balean, y huimos hacia los pedregales. Iba apoyado en dos amigos. Fue una jornada terrible, entre las hierbas, las espinas y la oscuridad. Por ahí encontramos a Heberto Castillo, que también escapaba, pero luego se nos perdió. Salimos hacia Copilco. Llegamos a una calle, a otra, a otra. Ahí acabe por chingarme los pies, y para siempre. De pronto vimos que se acercaba un camión militar. Sólo mi amigo Bonfilio se quedó quieto con asombrosa sangre fría. ¡Les pidió aventón a los soldados!. Claro, no se pararon: nos salvamos.
Cuando ya estaban en las puertas de la UNAM los primeros tanques un muchacho corrió hasta el auditorio de Medicina y, pasando por encima de los cuates que le exigían su pase de delegado, entró hasta la sala de sesiones e hizo el anuncio estrepitosamente. El Consejo entero se indignó: “¡Bastante molesto es empezar la noche con sólo unos cuantos delegados para que, además, ni siquiera se pueda trabajar en paz y sin interrupciones!”. El mensajero salió estupefacto. Los delegados siguieron hablando pinchemil cosas. Diez minutos más tarde entró otro compañero quien con toda calma informó:
–Aquí abajo, en el estacionamiento de la Facultad, se están acomodando los tanques y los transportes ligeros de los paracaidistas. Si quieren salir, apúrense, yo ya me voy…
General Brigadier - Comandante del Batallón de Fusileros Paracaidistas
MISIÓN:
El Agrupamiento ocupará y retendrá los edificios de las facultades de Medicina, Ciencias Políticas y Sociales, Matemáticas, Ingeniería, Química, Laboratorio de Física Nuclear y auditorio de Medicina a partir de las 22 horas, 18-sept-1968 y hasta nueva orden, llevando a cabo aprensiones de todo el personal de estudiantes que se encuentren en dichos edificios.
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